domingo, diciembre 17, 2006

Mi ruido: una filosofia de vida.

Técnicamente, y solo técnicamente, el ruido en la línea es, nada más ni nada menos, que un dolor de huevos. El ruido en la línea genera problemas de todo tipo. Tener ruido en la línea hace que nuestra conexión funcione mal. Totalmente mal. Dependiendo de la intensidad de nuestra señal, y de la intensidad del ruido en la misma, podemos llegar a conseguir bajones de velocidad en nuestra conexión a internet, causando que una conexión que nos enorgullece, pongamosle... Una conexión de 2MB de velocidad, se transforme en el fruto de nuestra vergüenza e indignación, con velocidades de descarga tales, que un modem dial up de 24k se cagaría de risa.

Podemos llegar al punto de que el ruido sea de tal intensidad, que genere micro-cortes en nuestra conexión, o que incluso cause que el router/modem que nos alimenta de tan poderosa herramienta, como es la Internet, se desvincule de la red a la que está conectada, peleando durante horas hasta que encuentre alguna salida a tanto quilombo, o hasta que levantemos el tubo para que se renueve la línea. Esto si no es que el mismo ruido causa que, cada vez que levantemos el tubo, perdamos vinculo. Siendo este el ejemplo, podemos batallar con el tubo por horas, hasta que la conexión decida sola regresar a darnos la alegría que nos merecemos. Eso, y una decena de puteadas en el medio.

Una vez más, esto es simplemente por el lado técnico. Pero el ruido en la línea va más allá. El ruido en la línea es una forma de experimentar la vida. Una nueva dimensión a la vista. Una filosofía universal que todos deberían conocer. Sobrellevarlo es un poder vital, una paz interior, un modo implacable de vivir y rehusar de la violencia.

Pelear contra él puede volver a un hombre loco. Estar levantando y cortando el tubo hasta el punto en que la línea pierde señal, para lograr conseguir conexión hace que un hombre sea más hombre. Afrontar el momento en que se pierde vínculo, encontrar la paciencia capaz de vencer las horas de lucha, sin recurrir a la violencia, sin dar golpes contra las cosas, esos son los momentos que un hombre debe atesorar. Como las artes marciales enseñan que la violencia debe ser solo usada como un metodo de defensa personal, el ruido en la línea nos enseña que la violencia no es algo que deba usarse en contra de muebles, paredes, comodidades mobiliarias, electrodomesticos, mascotas o familiares presentes alrededor. La violencia debe transformarse en ira verbal. Y debe ser atesorada. Atesorada hasta el momento en que por fin decidamos llamar a nuestra telefónica correspondiente y utilizada, también, como metodo de defensa personal. Despues de todo fueron ellos los que atacaron primero, no haciendo las conexiones como se deben.

El ruido en la línea hace las veces de un consejero familiar. Durante los primeros aspectos, solo intensificarán las batallas verbales, los confrontamientos de malas miradas, las caras de culo generales. Pero finalmente, cuando el acostumbramiento a la llamada que corta la conexión gané la batalla, nuevas costumbres surgen de ello. Nuevas formas de cariño y complemento familiar. El pedido por favor, la suplica, el arrebato del elemento, el honor de la lucha cuerpo a cuerpo.

Al final, el ruido en la línea no se va. Está siempre ahí. No importa cuantas cajas de teléfono abramos para emprolijar la conexión de los cables. No importa cuantas veces venga Telecom a decirnos que ya lo arreglaron sin tocar nada. No importa cuantas batallas mano a mano con nuestra familia tengamos. No importa cuantos filtros la línea tenga. Es como el Sol. Aunque no lo veamos, siempre está. Y con esto llegamos al final de este aburrimiento de explicación. Mediante este pequeño espacio, espero llevarles a ustedes un poco de esta filosofía, un poco de lo que todos los días causa el ruido en la línea. Todas las líneas parten de la telefónica, y todos los teléfonos deberían tener un poco de ruido.



Despues de todo... ¿Qué será de la vida de Pablito Ruiz?





powered by performancing firefox